"La Verdad" me publica un artículo del primer concierto de la temporada del ADDA. La Royal Liverpool Philharmonic, con obras de Brahms y Shostakóvich.
Vasili Petrenko |
El ADDA abre la temporada concertística con la Royal
Liverpool Philharmonic y el gran pianista Joaquín Achúcarro. El pianista
vasco, considerado como uno de los mejores del mundo en su disciplina,
acompaña a la orquesta inglesa, bajo la batuta del célebre director ruso
Vasili Petrenko, en un concierto con obras de Johannes Brahms
(Concierto para piano y orquesta número 2) y Dmitri Shostakóvich
(Sinfonía número 10). La Royal Liverpool Philharmonic Orchestra es la
orquesta sinfónica más antigua del Reino Unido y la única de este país
que es propietaria de su propia sala de conciertos, el Philharmonic
Hall, famoso por su excelente acústica.
Por su parte, Achúcarro, pianista precoz que debutó a los
13 años de edad, ha adquirido a lo largo de su carrera artística
reputación tanto nacional como internacional y ha actuado en más de 60
países, con más de 200 orquestas y a cargo de más de 350 directores.
Brahms comenzó el Segundo Concierto para Piano en la
primavera de 1878 y lo terminó en el verano de 1881. El mismo compositor
actuó como solista en el estreno, que dirigió Hans von Bülow en Zurich,
el 27 de noviembre de 1881. Recordemos que Hans Von bülow había sido un
campeón de la música de Richard Wagner y Franz Liszt, y cayó
temporalmente bajo el hechizo de la música romántica de Brahms. La obra
merece ser escuchada por lo que es, un gran concierto romántico para
piano y orquesta. La idea de diálogo, establecida al comienzo con el
piano respondiendo al corno francés, constituye la esencia tanto del
concierto clásico como del romántico. No es un concierto clásico, no es
una sinfonía con piano y no es la rencarnación de un concierto para
piano de Beethoven. Es completamente brahmsiano.
Aunque el concierto no constituye una pieza de exhibición
para el piano, como desafortunadamente suelen indicar otros críticos,
sí es cierto que el tono de intimidad nunca está ausente demasiado
tiempo, Brahms tenía suficiente capacidad para transmitir esta intimidad
aun a través de sus figuras pianísticas. A pesar de esto, esta es una
pieza que se nos queda corta en cuanto a combinación inventiva y
colorido. Sin embargo, la partitura para el piano es variada y
extraordinariamente difícil y a menudo pone de relieve el talento
puramente físico del solista.
Al término de la pieza de Brahms, Joaquín Achúcarro y
tras ser ovacionado dos veces por su interpretación, susurró al público
una pieza de propina, pero un sonido gutural de un niño de unos diez
años de edad, sentado tres filas delante mía y que parecía agitarse
inquieto en su silla, junto con mi luctuosa situación de crítico en la
penúltima fila de butacas, me impidieron escuchar la pieza pronunciada.
Al empezar a escucharla, no podía ser otra: 'Nocturno, carta a Nahia',
una obra para mano izquierda del místico y también virtuoso compositor
Alexander Scriabin, compañero de estudios del gran Rachmaninov. Joaquín
Achúcarro sí hizo una gran exhibición, en este caso de virtuosismo, al
deleitarnos con esta pieza y de la manera que lo hizo.
Vasili Petrenko supo dirigir la obra con energía, un gran
expresionismo y mucha sensibilidad, con una orquesta correcta en esta
primera parte. Shostakovich, uno de los grandes artistas del siglo xx,
sufrió, al igual que otros creadores rusos -entre ellos el compositor
Prokófiev y el pintor Malevich-, el embate del autoritarismo stalinista
que pretendió controlar todo, incluso las manifestaciones artísticas.
La sinfonía número 10 de Shostakóvich es una obra
profundamente simbólica que, con el tiempo, ha generado numerosos
comentarios que la describen como gris, pesimista y oscura. A esta
sensación negativa ha contribuido el carácter autobiográfico de algunos
momentos de la obra. Es el caso del segundo movimiento, que el
compositor explicaba así: «He intentado plasmar la horrible crueldad del
asesino de masas -Stalin-». También dijo: «Quiero conocer los
sentimientos y las opiniones del público. En esta obra he pretendido
expresar los sentimientos y las pasiones del hombre». Pues la Royal
Liverpool Philharmonic Orchestra, en esta segunda parte, nos dejó una
interpretación que nos causó pocos sentimientos, menos gris de lo
esperado y con más frialdad que pasión.
Tras el primer concierto de la temporada, y de la rica y
variada programación que nos espera en los siguientes, nos queda la
esperanza de asistir a mejores noches, sobre todo en cuanto a
organización se refiere. Animamos desde aquí a asistir a todo el que
guste de la buena música a los conciertos de esta temporada del
Auditorio de la Diputación de Alicante, pues estamos seguros de que nos
esperan grandes interpretaciones. Las obras ya las tenemos.
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