Desorganización, frialdad y esperanza en el ADDA
Por José Miguel Ferrer Puche
Presidente de la Asociación Wagneriana de Alicante
Enviado especial al ADDA, temporada 2012-2013
La
Asociación Wagneriana de Alicante volvió a tener problemas, una vez más
(ya ocurrió con el Festival de Música de Alicante), para conseguir su
entrada y poder cubrir el primer concierto de la temporada del ADDA, y
eso a pesar de representar también en esta ocasión al periódico La
Verdad. Pero a tres horas de iniciarse, y todavía con la
incertidumbre de si podríamos o no entrar, recibimos la confirmación de
nuestra entrada y, otra vez por los pelos, pudimos acceder, aunque nos
ofrecieran, para mi desdicha, una de las peores butacas de la sala
sinfónica, quizá la peor en la que me he sentado jamás, y más como
crítico. Pero dejemos de nuevo los temas organizativos del ADDA, que no
podemos comprender a estas alturas, y vayamos directamente al primer
concierto de esta temporada.
Joaquín Achúcarro |
El ADDA abre la temporada concertística con la Royal Liverpool Philharmonic y el gran pianista Joaquín Achúcarro. El pianista vasco, considerado como uno de los mejores del mundo en su disciplina, acompaña a la orquesta inglesa, bajo la batuta del célebre director ruso Vasili Petrenko, en un concierto con obras de Johannes Brahms (Concierto para piano y orquesta número 2) y Dmitri Shostakóvich (Sinfonía número 10).
La Royal Liverpool Philharmonic Orchestra es la orquesta sinfónica más
antigua del Reino Unido y la única de este país que es propietaria de su
propia sala de conciertos, el Philharmonic Hall, famoso por su
excelente acústica.
“(…) Al empezar a escucharla,
La Royal Liverpool Philharmonic Orchestra |
no podía ser otra: Nocturno,
carta a Nahia, una obra para
mano izquierda del místico y
también virtuoso compositor
Alexander Scriabin,
compañero de estudios del
gran Rachmaninov.
Por su parte, Achúcarro,
pianista precoz que debutó a los 13 años de edad, ha adquirido a lo
largo de su carrera artística reputación tanto nacional como
internacional y ha actuado en más de 60 países, con más de 200 orquestas
y a cargo de más de 350 directores.
Brahms comenzó el Segundo Concierto para Piano en la primavera de 1878 y
lo terminó en el verano de 1881. El mismo compositor actuó como solista
en el estreno, que dirigió Hans von Bülow en Zurich, el 27 de noviembre
de 1881. Recordemos que Hans Von bülow había sido un campeón de
la música de Richard Wagner y Franz Liszt, y cayó temporalmente bajo el
hechizo de la música romántica de Brahms. La obra merece ser
escuchada por lo que es, un gran concierto romántico para piano y
orquesta. La idea de diálogo, establecida al comienzo con el piano
respondiendo al corno francés, constituye la esencia tanto del concierto
clásico como del romántico. No es un concierto clásico, no es una
sinfonía con piano y no es la rencarnación de un concierto para piano de
Beethoven. Es completamente brahmsiano.
Aunque el concierto no constituye una pieza de exhibición para el
piano, como desafortunadamente suelen indicar otros críticos, sí es
cierto que el tono de intimidad nunca está ausente demasiado tiempo,
Brahms tenía suficiente capacidad para transmitir esta intimidad aun a
través de sus figuras pianísticas. A pesar de esto, esta es una pieza
que se nos queda corta en cuanto a combinación inventiva y colorido. Sin
embargo, la partitura para el piano es variada y
extraordinariamente difícil y a menudo pone de relieve el talento
puramente físico del solista.
Al término de la pieza de Brahms, Joaquín Achúcarro y tras ser
ovacionado dos veces por su interpretación, susurró al público una pieza
de propina, pero un sonido gutural de un niño de unos diez años de
edad, sentado tres filas delante de mí y que parecía agitarse inquieto
en su silla, junto con mi luctuosa situación de crítico en la penúltima
fila de butacas, me impidieron escuchar la pieza pronunciada. Al empezar a escucharla, no podía ser otra: Nocturno, carta a Nahia, una obra para mano izquierda del
místico y también virtuoso compositor Alexander Scriabin, compañero de
estudios del gran Rachmaninov. Joaquín Achúcarro sí hizo una gran
exhibición, en este caso de virtuosismo, al deleitarnos con esta pieza y
de la manera que lo hizo.
Vasili Petrenko supo dirigir la obra con energía, un gran expresionismo
y mucha sensibilidad, con una orquesta correcta en esta primera parte.
Vasili Petrenko |
“Shostakovich, uno de los
grandes artistas del siglo xx,
sufrió, al igual que otros
creadores rusos –entre ellos
el compositor Prokófiev y el
pintor Malevich–, el embate
del autoritarismo stalinista
que pretendió controlar todo,
incluso las manifestaciones artísticas.”
Shostakovich,
uno de los grandes artistas del siglo xx, sufrió, al igual que otros
creadores rusos –entre ellos el compositor Prokófiev y el pintor
Malevich–, el embate del autoritarismo stalinista que pretendió
controlar todo, incluso las manifestaciones artísticas.
La sinfonía número 10 de Shostakóvich, se trata de una obra
profundamente simbólica que, con el tiempo, ha generado numerosos
comentarios que la describen como gris, pesimista y oscura. A esta
sensación negativa ha contribuido el carácter autobiográfico de algunos
momentos de la obra. Es el caso del segundo movimiento, que el
compositor explicaba así: “He intentado plasmar la horrible crueldad del
asesino de masas –Stalin-“. También dijo: “Quiero conocer los
sentimientos y las opiniones del público. En esta obra he pretendido
expresar los sentimientos y las pasiones del hombre”. Pues la
Royal Liverpool Philharmonic Orchestra, en esta segunda parte, nos dejó
una interpretación que nos causó pocos sentimientos, menos gris de lo
esperado y con más frialdad que pasión.
Shostakóvich |
Después
del primer concierto de esta temporada, y de la rica y variada
programación que nos espera en los siguientes, nos queda la esperanza de
asistir a mejores noches, sobre todo en cuanto a organización se
refiere. Animamos desde aquí a asistir, a todo el que guste de
la buena música, a los conciertos de esta temporada del Auditorio de la
Diputación de Alicante, pues estamos seguros de que nos esperan grandes
interpretaciones. Las obras ya las tenemos.
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